En un México competitivo, ganar o perder aporta a su crecimiento

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No conozco en el mundo a alguien que le guste perder, en la competencia que sea, y menos en la política. Ganar, en cambio, nos gusta a todos. Mientras la derrota baja el ánimo de quien la sufre, la victoria genera sentimientos de superioridad en quien la obtiene. Por eso, tanto para el perder, como para el ganar, los seres humanos debemos estar preparados mental y espiritualmente. Ni el mundo se acaba en la derrota o el fracaso, ni el mundo empieza cuando se obtiene el triunfo. Tanto el perder o el ganar tiene su lado bueno y malo.El lado malo de la derrota debemos afrontarlo como un sentimiento momentáneo, como algo pasajero. El lado bueno de perder es que ello nos infunda fuerzas para seguir adelante en lograr nuestras metas y no rendirnos en ninguno de nuestros intentos.
El lado malo de la victoria es el perder piso y creernos invencibles ante todo y ante todos, que no hay nadie mejor que nosotros y que nada vale más que conseguir el triunfo. Esto pierde sin duda al ser humano, acostumbrado solo a ganar. En cambio, el lado bueno del triunfo puede mostrarnos no solo nuestra grandeza humana al ser humildes ante el vencido y tener la certeza de que no existe adversario pequeño. Un verdadero vencedor no presume sus logros sino que se empeña en transmitir sus experiencias en la victoria a los demás, sin prepotencia ni egoísmo, sólo con el afán de ser útil a sus semejantes y contagiarles esa sed de triunfo para ser mejores en el sentido profesional y humano.
Por eso, por lo anterior mencionado, tanto el triunfo como la derrota son factores que han impulsado a muchos países del mundo a ser grandes potencias hoy en día, ya que la gente que ha vivido y sentido en carne propia ambas experiencias, pero especialmente la de perder y perderlo todo, se crecen al castigo y de estar de rodillas se yerguen con dignidad y toda la fuerza e inteligencia que son capaces para hacer de su nación un modelo de desarrollo y de modernidad.
Ahí está de claro ejemplo Japón, que luego de haber sido atacado por las bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto del año de 1945, respectivamente, en dos décadas se levantaron de sus cenizas para convertirse en una de las economías más poderosas del orbe y en una de las sociedades más disciplinadas donde los valores humanos se rigen por el honor,la honestidad, la lealtad y el respeto.
México para nada es menos que Japón u otras naciones que hoy son denominadas y reconocidas como grandes potencias mundiales. Nuestro México es en nuestros tiempos, pese a las malas experiencias de gobernantes que han saqueado al país, la nación líder en Latinoamérica y el socio comercial más importante de los Estados Unidos y de Canadá, solo que nos ha faltado a los mexicanos ser buenos ganadores y mejores perdedores para sacar la casta y convertirnos en la potencia que debemos ser desde hace muchos años.
Nos sobra crítica hacia todo y hacia todos, pero nos falta autocrítica para ver nuestros propios errores y encauzar nuestros esfuerzos para enmendarlos y actuar juntos, todos los mexicanos, en empujar parejo para acabar con todos los males que nos aquejan, siendo los principales la corrupción y la impunidad. Que nadie crea ni se confíe en que el arribo de Andrés Manuel López Obrador al poder presidencial el 1 de diciembre de 2018 será garantía de acabar de tajo con todos los problemas del país. No, para nada, y hasta el mismo AMLO lo ha reconocido y solicitado a los mexicanos a sumarse a la transformación que requiere con urgencia México, pese a los avances que sin duda existen de pasados gobiernos. ¡Dejemos de decirnos y sentirnos muy mexicanos solo cuando estamos lejos de México o cuando andamos de celebración y en fiestas patrias!¡Dejemos de añorar que tiempos fueron los mejores en la historia del país!
México nos ocupa hoy a todos, ¡sin excepción alguna! A nuestra nación no le ayuda que estemos confrontados por, disculpen ustedes mi expresión, por afanes de poder o por simples estupideces que nada aportan al país ni al futuro propio y de nuestras familias.
En cambio, a México sí le suma el que todos los que vivimos en él y fuera de él aprendamos a convivir en sana paz, sirviendo al prójimo, respetando nuestras leyes e ideologías y teniendo tolerancia con quienes piensan y son diferentes a nosotros. Le suma a nuestra Patria que velemos juntos por nuestra seguridad y que apoyemos a los políticos en sus tareas de gobierno y a los empresarios para ser más eficaces y productivos y paguen mejores sueldos. En fin, que ganadores y perdedores vayamos juntos por la victoria que nos garantice ser la potencia anhelada y ejemplo para el mundo. Y todo esto no es para nada una utopía, de nosotros depende.