Los valores son aquellos principios, virtudes o cualidades que caracterizan a una persona, una acción o un objeto que se consideran típicamente positivos o de gran importancia por un grupo social”.
Vaya que es pesada la carga de la interpretación, aunque esto no es de interpretar sino de concebir, aceptar y aplicar por lo transparente del concepto que aterriza suavemente en una realidad que define los pensamientos de las personas en cuanto a las formas del cómo desean vivir y compartir; los valores humanos se relacionan con la ética, el respeto, la tolerancia, la bondad, la paz, la solidaridad, la amistad, la honestidad, el amor, la justicia, la libertad, la honradez, o sea, ¿quién grita lotería?, porque se sabe que en sí todo ser humano posee esas características, pero de igual manera tiene también la toma de decisiones que le permiten definir, expresar y compartir, aquello que de todo lo anterior desee y que lo va a representar en la sociedad como quien quiera ser identificado.
Nada del otro mundo cuando estos valores controvertidos y cuya responsabilidad parte del seno familiar, acompañado del ámbito religioso, se convierten en valores sociales y culturales en una distorsión de comportamientos que confunde a la misma axiología al chocar de frente con las antítesis de lo establecido y que debe de regular la conducta de los individuos, al comprobarse que son los individuos quienes modifican y cambian los valores morales de acuerdo a su criterio y acción.De ahí surgen letanías como “se están perdiendo los valores”, o, “los jóvenes de hoy ya no respetan nada” y que solo sirven para introducir todo tipo de falacias estadísticas que tan solo proyectan una enorme decadencia moral y social, con puntos, en familia, sociedad y política, cada vez más descendentes, cuando la historia marca esa importante transición como punto de referencia hacia la búsqueda de culpables.
Aristóteles decía, “los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor, han perdido el respeto a los mayores, no saben qué es la educación y carecen de toda moral”; Platón igual abundó en lo siguiente: “qué está ocurriendo con nuestros jóvenes?, faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres, desdeñan la ley, se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas, su moral está decayendo, ¿qué será de ellos?”.
Y mucho antes, en una tablilla asiria 4 800 años atrás en el tiempo, y donde se leían las siguientes inscripciones: “En estos últimos tiempos, nuestra tierra está degenerando. Hay señales de que el mundo está llegando rápidamente a su fin. El cohecho y la corrupción son comunes”.¡Entonces! Si los sociólogos establecen que todo es consecuencia del seno familiar, de las familias desestructuradas, y la educación social en qué lugar se ubicaría si la calidad tiene llaves económicas y la cantidad permite el hacinamiento mental en que se comparten ignorancias e irresponsabilidades y al final no se sabe quién la dirige y hacia dónde. Protagonismo en todo; Demostración de poder como punto de notación, en lugar de trabajo y confianza; venganza y rencores que cambian historias y protagonistas; las mismas familias y los mismos jóvenes que manifiestan su frustración a través de rebeldías diversas; en fin, todo aquello que hace fingir el aspecto de personas situadas en los márgenes de la sociedad mientras viven un estilo de vida totalmente convencional. Padres que obligan a seguir caminos cuando su conducta familiar y social son todo lo contrario a lo exigido. Una oración que permita el entendimiento y el acceso a “los valores del valor”.
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