“La libertad de expresión es un derecho de carácter institucional, porque supone un sólido pilar de la democracia. Es el derecho a que ningún gobierno ni poder, criminalice a sus ciudadanos por las expresiones manifestadas”. Isabel Elbal.
No es lo que se diga, y mucho menos debe ser quien lo diga, porque desafortunadamente los derechos han sido sustituidos por la repugnante Ley del “rumor”, que se ha apoderado del mástil más alto de la embarcación burocrática, manejada hábilmente por avezados marinos cuyo mapa de navegación ignora las brújulas, las coordenadas, o las paralelas, o el timón que sin propela, dirige la embarcación sin rumbo ni sentido tan solo con expresiones de “me dijeron”, “me contaron”, o más aún, “no necesito de pruebas para condenar”.
Owen Fiss, otro más que defendió con documentos (perdidos por cierto con los otros que dan el marco legal para una buena convivencia armónica), estableció que para evitar la discriminación, las voces con igual valor deben ser escuchadas, y las respuestas, de manera congruente en el marco de la justicia, deben ser establecidas. Que ninguna voz sea silenciada ni tampoco favorecida más que con la verdad. De acuerdo a los diversos “enfoques democráticos”, se duda que en algún momento, esto pudiera hacerse posible, pues para quienes lo han intentado ha resultado peor el remedio que la enfermedad. Cuidado, una barca sin timón, y no precisamente el Titanic, es una cáscara de nuez ante el inmenso mar sobre el que navega; mar apacible pero que en cualquier momento puede demostrar su fuerza y en un segundo perder en sus entrañas algo que lesiona su apacibilidad y su grandeza, pero que de manera inexplicable, continúa en su nobleza esclavizada, aceptando desvencijadas embarcaciones, plagadas de vicios y ratas que siguen descargando en él suciedad y estiércol ante la complacencia de su fauna dormida. ¡Una respuesta lógica que no repita la frase conocida de que todo tiene un tiempo y todos tienen un precio y que para mil peces con tan solo un tiburoncito basta! ¡Hágame el fabrón cavor!
¡Pido un aplauso para el amor! ¡no! eso sería mucho ¡Pido un aplauso para la Ley mordaza que uno mismo firma, acepta y carga a sus espaldas!, se ha cambiado la leña que en los hogares servía para cocer los sagrados alimentos y fortalecer los cuerpos, por el miedo, el temor, las consecuencias, las amenazas discriminatorias que en la actualidad sirven para alimentar las almas! ¡Dónde se esconde el elíxir del Mago Merlín que haga visible al hombre sobre el hombre, que les permita en la confianza, un enfrentamiento no ante una justicia ciega, sino ante una aceptación salomónica de resultados aceptados por ambas partes.
Desde inicios de la historia, ha tenido una fundamentación escudada en que alguien tiene que mandar y lo más tendrán que obedecer para no romper con el equilibrio, y si lo han hecho con imposiciones, esto es con la anuencia siempre del ciudadano . Entonces sigamos esperando que POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS…LAS RATAS HUYEN CUANDO EL BARCO SE HUNDE
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