Las decisiones jamás son casualidades, y sí implican las más de las veces las más grandes responsabilidades. Hay un pensamiento reflexivo que establece “yo soy el único responsable de mí, de mis pensamientos, de mis actos y de sus consecuencias; de aplaudir o corregir, de poner o quitar”.
Nadie por lo que tenga o sea, estará por encima de otro en este mundo de todos como iguales; Sin embargo el vivir va enseñando imágenes en los grandes museos de la historia en que se exhiben traiciones, hipocresías, maldad, falsedad, extorsiones, violaciones y esa gama de hermosos elementos que se han ido mejorando y perfeccionando de manera tal, que se convierten en artículos de orgullo y distinción de quienes hoy pecan y mañana reciben un público perdón y las disculpas consabidas por las injusticias cometidas a su noble persona.
Se peca de “pensamiento, palabra y obra”, y al final de todos los juicios, el único culpable es el pueblo, la gente, la ciudadanía, que tras la burla y la ofensa continúa con su eterno castigo de cadena perpetua por sus obstinados, malintencionados y malévolos pensamientos. Alguien en una plática de café mencionó ante las duras recriminaciones de indulto procesal y exoneración de culpas de daños patrimoniales con muchos ceros a la derecha de por medio, que la historia siempre es escrita por los vencedores, y los vencidos tan solo sirven para demostrar que la vida se divide en dos importantes sectores: los que mandan, y los que obedecen, y nada más. Verdad a más no poder y cuya existencia data desde la era pasada, pero con buena configuración y mejor transfiguración; A pesar de todo ello algo está sucediendo en estos tiempos nuevos, donde lo increíble está dando muestras de ser creíble; donde los gigantes invencibles caen ante la supuesta fragilidad del enemigo manso y dominado, que le ha cerrado al lobo las rejas de su granja electoral protegida contra promesas de solidaridad, y participación colectiva con beneficios compartidos para todos, en anuncios de que ya no habrán ciudadanos de primera o de segunda. ¡Por favor!, ¿entonces si existía esa división?
¡De todo hay en esta viña del señor!, desde los fieros y bien pagados gatos que dan la vida por sus ratones de oro, hasta los conejillos de indias de los campos experimentales del poder, que aniquilan la inteligencia y demuestran insolencia e ignorancia. Hay un dicho sabio que a la letra establece: “quieres conocer a Manuel, dale dinero y poder”. Regresamos a la fórmula de inicio: Decoisión igual a responsabilidad por acciones; luego entonces no hay errores, solo decisiones; no hay equivocaciones, solo irresponsabilidades; no hay culpables, solo malos entendidos y peores interpretaciones. ¡Válgame el Poder Superior!
Todo lo anterior se concentra en un hermoso cuento de filosofía popular: “Quién le pone el cascabel al gato”, y que en comparación hace recordar las pláticas de pasillo, los reclamos de café, las reuniones después de las juntas, el grito externo después del regaño interno y que viene a ser el común denominador de ayer, hoy y siempre. Los ratones enojados y desesperados por las tropelías del gato a quien inteligente opinión de sabio ratonil con orgullo expuso que la fácil solución era ponerle un cascabel en el cuello y así se sabría de su presencia. Pero tras análisis surgió la rara pregunta de ¡muy buena idea, pero quién le pone el cascabel al gato! Ante eso solo exclamo ¡HÁGASE SEÑOR TU VOLUNTAD!
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