¿Recuerda usted aquella película con Keanu Reeves y Al Pacino, si no mal recuerdo se llamaba El abogado del diablo? En algún momento, Pacino, que hace el papel del diablo, dice que la soberbia es su pecado favorito. El Pequeño Larousse Ilustrado la define como: “sentimiento de superioridad respecto de los demás, que se manifiesta en un trato distante y en el menosprecio hacia ellos”. Es uno de los siete pecados capitales y me parece que su virtud en contrapartida es la humildad. Ahora que hay soberbios que quieren pasar por humildes o fingir que son humildes.
Traigo esta definición a colación porque tristemente, me parece que es el pecado que más veremos manifiesto en los próximos seis años o, qué digo, que se está expresando ya en diversos foros y momentos, protagonizado por aquellos que de manera errónea creen que el electorado les escrituró el país en las pasadas elecciones de julio. Y digo equivocadamente, porque ese pueblo sabio y bueno al que tanto apela López Obrador es también, y con derecho, un pueblo que puede mudar de opinión muy pronto, especialmente si ve que sus expectativas no son cumplidas o si se encuentra con que los representantes que eligió se comportan de manera muy distinta de como esperaba.
Pongamos por ejemplo el casorio del fin de semana pasado del señor César Yáñez, cercanísimo y antiguo colaborador de AMLO, su sombra en los últimos 15 años. Como dijo León Krauze, cada quien puede casarse como quiera pero si estamos hablando de austeridad republicana, pobreza franciscana y de predicar con el ejemplo, no se explica que el señor haga derroche y ostentación propia de nuevos ricos cuando debería seguir el ejemplo de pobreza de su jefe. Digo, llevas a los Ángeles Azules y a Matute a amenizar la fiesta y adornas con nueve mil rosas blancas el salón (a 20 pesos cada rosa), sirves langosta, llamas al arzobispo de Puebla a oficiar la boda religiosa como cualquier miembro de la élite social de la entidad, cercas con vallas y dispositivos de seguridad los alrededores, el traje de la novia autoría del mismo diseñador que ha elaborado vestidos para la actual Primera Dama (taan criticada por ello mismo), en un evento que se estima costó unos 10 millones de pesos. Por lo visto el único que no tiene en qué caerse muerto es López Obrador, sus colaboradores cantan otra canción. Y aún no es primero de diciembre.
El caso de la Cámara de Diputados federal es otro ejemplo de soberbia que debe tener feliz al diablo. El grupo mayoritario está convencido de que es dueño a perpetuidad del recinto parlamentario, el trato que está ofreciendo a la oposición no solo es soez, es preocupante. Cabría recordar que 26.6 millones de electores NO votaron por López Obrador y su partido, no es una cifra irrelevante. Cierto que en democracia un solo voto hace la diferencia, pero parece de miopes, inconscientes… o soberbios no darse cuenta de que no son tan poquitos los que disintieron y están representados por los diputados que no pertenecen a Morena y sus satélites. Esos también tienen derecho a voz, a expresar sus opiniones, en democracia todas las voces cuentan y deben ser respetadas.
Un último comentario, en Milenio Tv con Puig una comentarista invitada cuyo nombre no retuve hizo notar que en caso de que, nuevamente, la soberbia impidiera continuar con las obras del NAIM, el turismo nacional sería el primer afectado, ya que los menos vuelos que recibiría Santa Lucía empezarían cortando los vuelos nacionales, los que conectan a Oaxaca, Chiapas y un largo etcétera, donde los artesanos y demás trabajadores manuales literalmente dependen del día a día de que lleguen turistas. Los vuelos a París y Nueva York continuarán saliendo porque las aerolíneas y los pasajeros van a poder pagar los costos, no así los vuelos nacionales. Sí, el famoso tren maya se pasaría a fastidiar si no hay facilidades de vuelo como las tendría el NAIM. Pero parece que la ceguera está dura.
Un viejísimo dicho dice que los dioses ciegan a los que quieren perder. Tendremos oportunidad de comprobarlo.