La función tiene que continuar

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Tras la inédita jornada electoral del pasado 1 de julio, Campeche, el estado en su conjunto, vive un verdadero proceso de transformación política. Muchos levantan la mirada hacia el horizonte con justificada razón ante el panorama que se cierne. No se necesita ser iluminado ni sofista para persuadir a la gente, a partir del relativismo de la verdad. En el más benigno de los casos, para predecir lo que viene. ¿Un ensayo en el devenir político nacional?
Por sobre todas las cosas, Campeche no puede detener su marcha ascendente en medio de la vorágine política que atonta a los inteligentes y vuelve locos a los tontos.
Hay motivos y razones suficientes para hacer conjeturas de todo tipo, así se tilde de temerarios a quienes deducen que con la nueva administración federal que comandará Andrés Manuel López Obrador no habrá cartas escondidas debajo de la manga. ¿Será?
A unos días de distancia del Tercer Informe del gobernador Alejandro Moreno Cárdenas, existen marcadas expectativas de un giro de acciones para ajustar el rumbo del estado, que no significa ni debe ser considerado como desesperación ante la vigencia de una nueva relación federalista, que de hecho ha comenzado a brotar adelantándose a los tiempos y las formas establecidas.
La desaparición de las delegaciones de dependencias federales y el nuevo esquema de las políticas de desarrollo regional, sin duda, ponen a prueba la capacidad de Moreno Cárdenas para dar cumplimiento a los compromisos que contrajo con los campechanos. Del mismo modo, para establecer con interlocutores capaces un esquema político que garantice gobernabilidad, unidad, seguridad y bienestar a los campechanos.
El mandatario campechano adelantó hace días, que tras cumplir con su responsabilidad constitucional de rendir cuentas al Congreso local por tercera ocasión, llevaría a cabo una serie de ajustes en la estructura gubernamental.
Es decir, subiría a rampa a la maquinaria gubernamental para una revisión integral. Se habla, se especula, de reacomodos en el gabinete estatal para reforzar las estrategias de trabajo y revitalizar los espacios que dejó el pasado proceso electoral.
No obstante, el nombramiento que el mandatario estatal extendió hace días a Sergio Berzunza Camejo, como titular de la CAPAE, llamó poderosamente la atención de escribas y fariseos, toda vez que el cambio del ahora excoordinador de enlace institucional de la Secretaría de Gobierno a esa posición, constituye ni más ni menos el primero de los movimientos que realiza el gobernador en el tablero institucional.
Berzunza Camejo cuenta con amplia experiencia política y administrativa. Ha sido presidente del CDE del PRI, diputado de la 51 Legislatura local, delegado del Infonavit en diversas entidades del país, dos veces presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en Baja California, donde radicó por años; y fue el primer director general de la Comisión Estatal de Desarrollo de Suelo y Vivienda (Codesvi).
Pensar que un gobierno hace magia para avanzar, “sembrar” confianza en los inversionistas o para que las finanzas públicas soporten sin planeación la carga presupuestal que requiere el progreso de un país, resulta ser una vacilada que escapa al buen sentido del humor que sólo cabe en la mente de los ilusos o de los prosaicos de la política que se dedican a criticar en vez de proponer.
La administración de AMC no es mágica ni utópica. Mucho esfuerzo le ha costado avanzar en casi tres años, y esto le consta a los campechanos bien nacidos; a los inversionistas locales y foráneos que creen en el proyecto transformador de un hombre que enfrenta enormes retos en el cumplimiento de sus compromisos de campaña; que busca el bienestar antes que la desilusión ciudadana, al margen de las críticas que generan los escépticos por condición propia.
Existen signos vitales de que Campeche comienza a entrar a la recta del bienestar, pero mientras muchos jefes y jefas de familia amanezcan sin ningún quinto en la bolsa, no puede hablarse de triunfalismos ni lanzar las campanas al vuelo.
Alejandro necesita algo más que buena voluntad para hacer la diferencia entre lo que se tenía antes, lo que se tiene ahora y lo que se tendrá a partir del 1 de diciembre.
Como todo gobierno, el de Moreno Cárdenas no está exento de errores, insuficiencias, y por qué no decirlo, de traiciones y deslealtades, sobre todo en etapas como la que atraviesa el tren gubernamental en donde los gatos son pardos de noche y hasta de día.
En donde connotados “priistas” ahora hacen equipo en los procesos de transición de futuros Ayuntamientos con colores distintos al partido que les dio de todo. Y mucho más.
Quedan poco más de tres años, quizás los más difíciles que le tocará a Alejandro Moreno gobernar, que ineludiblemente le obligan a ser más sensible y llamar a las cosas por su nombre.