Vivimos en un mundo de plástico. En alguna parte leí que el material que más tocamos durante nuestra vida es nuestra propia piel, y en segundo lugar, artículos hechos de o con componentes de plástico. Se calcula que cada año acaban en el mar nueve millones de toneladas de plástico desde 2010. Pronto habrá más plástico que animales marinos en los océanos. Se estima que por cada libra de pescado que se extrae de los mares, se arrojan dos libras de plástico.
Una pequeña parte de este gigantesco volumen está compuesta de popotes. Tan solo en costas norteamericanas se calcula que existen cerca de 7.5 millones de popotes. Extrapolando la cifra, en las costas de todo el mundo puede haber entre 437 millones y 8 mil 300 millones de popotes. Representan aproximadamente el 4% de la basura de plástico por pieza, pero mucho menos por peso: un popote pesa menos de medio gramo, o sea que estamos hablando de unas dos mil toneladas de las casi nueve millones de toneladas de desperdicios plásticos que llegan al mar.
Actualmente existe una corriente que busca prohibir los popotes, los agitadores y los hisopos de algodón con la esperanza de resolver parte del problema de la contaminación por plástico. Si bien en términos relativos el número de popotes es pequeño, el daño que causan a la fauna marina es grave, las tortugas y aves marinas los confunden con comida y muchas veces mueren asfixiados porque el producto se atoró en alguna parte del tracto digestivo o bien no pudo digerirlo.
No es infrecuente que algunos peces metabolicen el plástico y lo incorporen a su tejido muscular. Si estos peces resultan en fauna comercial, probablemente usted está comiendo plástico sin darse cuenta. Como todos sabemos, el plástico sometido a altas temperaturas libera toxinas dañinas al cuerpo humano, muchas de ellas cancerígenas (y luego nos preguntamos el por qué de la aparentemente repentina abundancia de casos de cáncer).
En México hemos oído distintas opiniones sobre una eventual prohibición de los popotes. La Comisión de la Industria del Plástico, Responsabilidad y Desarrollo Sustentable de la Asociación Nacional de la Industria Química (ANIQ) presentó recientemente un estudio sobre el particular y advirtió sobre algunas definiciones ausentes. Se oye bien prohibir los popotes pero ¿Qué vamos a prohibir? ¿la producción, el uso, la comercialización, todo? ¿Cómo hacer cumplir la eventual normatividad que surja? ¿Cómo regular, cómo vigilar, en qué casos se aplicará? Por ejemplo, personas discapacitadas o de la tercera edad, hospitalizados, niños pequeños, pueden necesitar usar popote, no así niños mayores y en general personas sanas que pueden valerse por ellas mismas.
Requerimos de más información para tomar decisiones que contribuyan a proteger el medio ambiente, la fauna silvestre y nuestros mares. En el inter, la responsabilidad ciudadana es un buen sustituto de normas que distamos de tener. Yo recuerdo que habían popotes de papel encerado, conforme el plástico fue dominando la escena aquellos desaparecieron. Parecería que no es tan mala idea regresar al uso del papel, que es orgánico y fácilmente biodegradable.
En Campeche ya se dio la polémica y qué bueno porque se va haciendo conciencia. En algunos restaurantes ya no proporcionan en automático el popote, el cliente debe solicitarlo si quiere. Yo ya no lo uso, serán varias docenas de popotes menos al año. La industria tendrá que evolucionar, así como se dejaron de usar los diskettes así podría ser con estos adminículos y en general con tanto producto hecho de plástico que solo nos está ahogando como planeta.
Haga usted su lista y empiece a recortar su uso, ¿cómo ve?