Polifemo, el salvaje griego

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MITOS Y CAVERNAS
CARLOS EVIA C.

Existen mitos que son universales con caracterizaciones regionales o locales. En el caso del mito del hombre salvaje, se encontró que esa afirmación es real y provista de sentido.
En las diferentes versiones de este mito, de manera recurrente aparecen las cuevas. Esto sucede tanto en las versiones antiguas como en las más recientes.
En todas, la caverna se menciona como el habitáculo del ser salvaje. Para ilustrar brevemente este tema se presenta el episodio de la Odisea, en el que Ulises se encontró con Polifemo, quizá el más despiadado salvaje de la mitología griega.
En su famoso y prolongado viaje de retorno a casa, después de la guerra de Troya, Ulises halló a Polifemo en un sitio que en la actualidad se considera que es Sicilia.
El gigante vivía con otros de su especie en ese lugar y entre todos conformaban una comunidad. Pero estaba ausente la civilización, su convivencia era como la de una manada de animales y cada cual tenía su cueva.
La narración homérica presenta a Polifemo como un gigante horrible, el más bestial de todos los cíclopes, es decir, seres antropomorfos con un solo ojo en la frente.
Según los estudios respectivos, él era pastor, se alimentaba de su rebaño de ovejas y habitaba en una gruta. Aunque conocía la utilidad del fuego, devoraba la carne cruda.
Ulises y sus hombres bajaron a tierra y se introdujeron en dicha caverna; en el interior encontraron un rebaño de ovejas.
Decidieron encender fuego y cocinar algunos animales para saciar su hambre. En eso estaban cuando el habitante de la gruta entró en el recinto y cerró tras de sí el acceso de la cavidad con una enorme piedra.
Entonces, Ulises, quien se presentó con el nombre de “Nadie”, pidió a Polifemo que les ofreciera su hospitalidad, recordándole que era un deber ante los dioses acoger con amabilidad a los extranjeros. Pero Polifemo se limitó a gruñir y tomó a un par de hombres, les aplastó la cabeza contra el suelo y acto seguido los devoró.
A la mañana siguiente, el gigante se comió a otros dos compañeros de Ulises y después fue a apacentar a su rebaño.
Cerró la gruta con la piedra para que no escaparan sus prisioneros. Cuando el monstruo regresó a la cueva, Ulises le ofreció vino al cíclope y éste lo bebió hasta emborracharse. Ya dormido, Ulises le clavó una estaca en el único ojo.
Al día siguiente, Polifemo dejó salir a las ovejas, pero tocándoles los lomos, con el propósito de detectar a los griegos e impedir que escaparan. Pero éstos, se colgaron en el peludo vientre de los animales y así lograron engañar a Polifemo.
Cuando este gigante salió de su cueva a pedir ayuda, sus congéneres le preguntaron quién le había hecho daño. Él respondió que “Nadie” lo había cegado.