Mexicanos a prueba

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Así es Campeche, las cosas como son
Gerardo Romero Olivera

El 1° de julio de 2018 ganó Andrés Manuel López Obrador la presidencia de la República. Desde el 1° de diciembre de ese mismo año despacha ya como mandatario de México desde Palacio Nacional y la corrupción y la impunidad no se cortó de tajo como el jefe del ejecutivo federal pensaba cuando estando en campaña lo declaraba en varias entrevistas que le hacían en televisión, como fue el caso con el periodista Ciro Gómez Leyva, donde seguro de sí el político tabasqueño daba por hecho que los mexicanos delincuentes, mal portados y “amantes de lo ajeno” volverían al buen camino una vez que él llegara a la presidencia. Entonces AMLO decía que si había un presidente de México honesto, también lo serían todos aquellos que se dedicaban a delinquir pues muchos lo hacían orillados por las circunstancias de la vida y por no tener oportunidades para salir de ese entorno. A 53 días de haber asumido el poder de la silla presidencial que se cumplen hoy martes 22 de enero de 2019, parece ser que Andrés Manuel López Obrador está batallando ante la dura realidad que implica enfrentar ese “monstruo de mil cabezas” que es la corrupción y la impunidad que el creyó se acabaría al tomar protesta como presidente de México y perdonar a quienes agraviaron al país, lo saquearon a más no poder y que hoy viven a todo lujo y burlándose de las buenas intenciones del político tabasqueño.
Por lo pronto, en pocos días de su incipiente mandato, López Obrador está viviendo momentos muy difíciles, aciagos y hasta tormentosos, que no solo están retando la capacidad de él y de su ya cansado gabinete de altos funcionarios, muchos ya seniles y “rescatados del retiro”, sino poniendo a prueba la solidaridad de los mexicanos en la lucha que está emprendiendo en contra del “huachicoleo” o robo de gasolina que por cientos y miles de litros se daba desde hace muchos años desde “las entrañas” de Petróleos Mexicanos y por los ductos instalados a lo largo y ancho de la República. Valiente, hay que reconocerlo, ha sido la decisión que el presidente tomó para combatir a uno de los principales males que la añeja corrupción, que cunde aun en México, procreó con la complicidad de altos funcionarios de los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, delito en el que las mentes criminales que se mantienen agazapadas para no ser descubiertas involucraron a miles de mexicanos que viven en pobreza para exponerlos como “carne de cañón” sin importarles que la vida de estos peligra cada que violan un ducto para saquear la gasolina que contiene.
Sin titubeos Andrés Manuel López Obrador está atacando y buscando acabar con el escandaloso, y ya mortal, robo de combustibles y eso, reitero, se le reconoce porque nadie de los expresidentes del país que lo antecedieron se atrevieron a combatirlo, pero en su afán de acabar de tajo con este delito que desfalcó las arcas del país por más de 3 mil 300 millones de dólares, además de ser conducto de lavado de dinero, la falta de una estrategia clara en esta lucha ocasionó un grave desabasto de gasolinas en importantes entidades del país que está provocando incertidumbre social y económica, aunque una gran mayoría de mexicanos, yo entre ellos, apoyamos la decisión presidencial contra el huachicoleo, práctica que tristemente ya cobró casi un centenar de vidas humanas en la población de Tlahuelilpan, estado de Hidalgo, el pasado viernes 18 del mes en curso.
“Ofrezco a la gente disculpas si esta acción causa sacrificios, daños, molestias, pero lo tenemos que hacer. Nos puede costar, pero la patria es primero. No voy a ceder en la lucha contra la corrupción”, dijo AMLO al día siguiente de esta tragedia en su acostumbrada y temprana conferencia de prensa en Palacio Nacional, donde lamentó los hechos en el territorio hidalguense y ofreció todo el apoyo a los familiares de las víctimas mortales y de los heridos. De esta manera el presidente Andrés Manuel López Obrador ya sintió en carne propia que su afán de limpiar a la nación de corruptos e impunes será una lucha que no admite amnistía para los criminales y delincuentes organizados o de “cuello blanco”. Y que aunque México tenga hoy un mandatario honesto y bien intencionado, eso no es garantía que los mexicanos dedicados a delinquir se convertirán de pronto en “blancas palomas”. Si algo urge para acabar con la corrupción y la impunidad hoy en nuestro vapuleado país, es recomponer el “tejido social” que se encuentra gravemente dañado por la desintegración familiar y la falta de valores morales, ya que cuando la educación que se recibe en casa está bien cimentada es difícil que los miembros de una familia desvíen sus pasos por el mal camino. Quien esto escribe sabe lo que es vivir en pobreza y nunca, por difícil que sean las circunstancias de la vida, ha pensado siquiera en cometer delito alguno.
Hoy, los mexicanos estamos a prueba en este embate anticorrupción que emprendió el gobierno federal.