Ya, con seriedad, sin colores ni prejuicios ¿cuántos de los que están enquistados en el actual gobierno federal, esperanza de los mexicanos, tiene trayectoria de luchador social? El motor de la lucha social es la exigencia constante porque funcione correctamente un gobierno al frente del Estado. En la lucha social hay activistas, ideólogos, radicales, moderados, antigobiernistas, agitadores, gestores, vivillos, engatusadores, etcétera.
Cada subgrupo de esta amalgama, tiene un líder, y en ocasiones, los lidera un colectivo. Por poner un ejemplo de lucha social y activismo, tenemos el legendario Consejo Nacional de Huelga del 68, que se conformó de estudiantes y catedráticos de la UNAM al que se sumaron otros luchadores sociales de sectores de la sociedad. No eran ni fueron antigobiernistas. El reclamo, la exigencia, fue por las libertades civiles y por un buen gobierno, que respete a los mexicanos y que dejase de reprimir a los luchadores sociales.
En 1988 muchos de los luchadores sociales se sumaron al movimiento del Frente Democrático Nacional (FDN), que en su momento estuvo encabezado por Cuahtémoc Cárdenas Solórzano. Los ideales de lucha se encauzaron entonces a través de un amplio frente. Ahí fueron depositadas las esperanzas de millones de mexicanos. Fue ese 1988 cuando el brazo duro del sistema, la mano fuerte, el puño ejecutor de la Secretaría de Gobernación, mediante una maniobra que denominó caída del sistema, sepultó las aspiraciones democracia y permitió la sobrevivencia, dos sexenios más de un sistema de controles políticos absolutos, casi totalitarios.
Muchos de los luchadores sociales de aquel histórico FDN ya no están físicamente. Los que sobreviven son inexistentes en la memoria de los actuales mexicanos. Los neodemocráticos y neoizquierdistas se han encargado de desaparecerlos, como solía hacerlo ese viejo sistema político mexicano. El México de antes de 1988 tal parece que retornó y está más renovado que nunca y tiene enfocado su interés en retomar el control absoluto de los procesos electorales y aplicar esos esquemas parecidos a los vetustos colegios electorales donde los ganadores de elecciones se autocalificaban.
A la democracia no les basta con los electores: requiere demócratas activos. Si la democracia necesita demócratas para consolidarse, las dictaduras también necesitan quien las promuevan. En Cómo mueren las democracias, Steve Levitsky y Daniel Ziblatt, plantean que “La mayoría de las quiebras democráticas no las provocan soldados ni generales, sino los propios gobiernos electos”, líderes con gran popularidad pero con aires autoritarios.
Por: Javier Castillo