Que se conmemoró el lunes 22 el Día Internacional de la Madre Tierra, decretado por la Organización de las Naciones Unidas, en 2009, a fin de recordar en todo el mundo la interdependencia que existe entre los seres humanos y el resto de las especies.
Que no hay mucho qué celebrar, si tomamos en cuenta que desde 1970, cuando se celebró por primera ocasión el Día de la Tierra, el planeta ha perdido el 30 por ciento de su biodiversidad y enfrenta problemas globales, como el calentamiento global causado por la actividad humana.
Que en Campeche casi coincide esa efeméride con el voraz incendio que devastó 500 hectáreas en la zona de Los Petenes, donde la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas estima que la recuperación del mangle sería un proceso más tardado, de por lo menos cinco años, aunque para que todo regrese a ese recurso natural como estaba antes del fuego, pasarían décadas.
Que la lección que deja esa grave pérdida es que los ecosistemas son frágiles, que cualquier alteración o imprudencia los puede hacer desaparecer, y quizá nunca sea igual o por lo menos pasarán muchas generaciones sin que se recupere. Por eso más allá de las celebraciones, los rituales y los buenos deseos para la Madre Tierra, lo que tenemos que hacer es contribuir a su cuidado, informarse, ser conscientes del daño que se le causa y verdaderamente valorar lo que tenemos y que quizá no lo tendrán quienes seguirán en los próximos años.