Los espejos de la pandemia

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LAS LÍNEAS DEL DIRECTOR
LÁZARO BRICEÑO PÉREZ

Los días de confinamiento que vive un elevado número de personas transcurren entre cifras que abruman, llenan espacios informativos del estado, del país y el mundo con un recuento de enfermos y muertos que no tiene final y que se convierte ya no solo en una pesadilla que genera miedo sino también en una avalancha que se contamina con desinformación y mentira malintencionada, un fenómeno que la Organización Mundial de la Salud llama “infodemia”.

Lo único claro es que, más allá de las brutales estadísticas diarias, nadie estaba preparado para afrontar una pandemia como la actual, que ha destruido no solo la cotidianidad sino la economía y un futuro que hace unos meses parecía que estaba claro, definido y con camino despejado.

Hoy, la batalla no es la que se libra ya contra la enfermedad, sino la guerra que vendrá para sobrevivir en un país en el que ya subieron los precios de los productos de la canasta básica, miles se quedaron sin empleo, los comercios han bajado sus cortinas y las inversiones se detuvieron. El daño ya está hecho y la fase crítica es una realidad terrible, preocupante porque se advierte que viene lo peor.

Frente a este escenario, han surgido diferentes formas de encarar la crisis. En la nueva “normalidad” surge la sociedad a distancia, causada por la necesidad de alejarse físicamente para no crear una cadena de contagio. Quedarse en casa es, pues, la estrategia más eficaz, ante la falta de una vacuna, para evitar que la enfermedad se convierta en algo incontrolable.

Ahora, la forma de socialización es a través de la tecnología, que despliega un potencial hasta hace unos meses desaprovechado. Empresas, universidades, escuelas, comercios y personas comunes han migrado al ciberespacio que salva las distancias y acerca a las personas, aunque sea a través de una pantalla.

Si algo “bueno” dejará el virus, es que mutará en una sociedad que ya sabe trabajar desde casa, que ya aprendió a estudiar sin ir a las aulas, que ya compra sin ir al supermercado, que se alimenta sin acudir al restaurante y que ya descubrió que el celular o la computadora no son solo para jugar, ver videos o para enterarse de la vida de los demás a través de las redes sociales. La sociedad “post coronavirus” deberá de revisar las prioridades para que la cercanía social vuelva a ser el ascensor que mueve a las relaciones personales.

Pero mientras el coronavirus siga jugando con los humanos “al gato y al ratón”, lo cierto es que nadie sabe con precisión cuándo llegará la fase más deseada por la humanidad: la “post Covid-19”, con todas sus crisis, sus oportunidades y sus incertidumbre.

Ningún Gobierno serio en el mundo se atreve a establecer un calendario, por dos razones principales: la información sobre el comportamiento y el número de contagios que causa el virus cambia a diario, y para no crear falsas esperanzas que, de no cumplirse, propiciarán una nueva crisis. Cualquier autoridad que se atreva a ponerle fecha al regreso a la “normalidad”, no solo cae en la irresponsabilidad, en la falsa expectativa, sino en la vil mentira.

Así que, mientras llegue la fecha de regreso, seguiremos viendo por el internet a quienes sacan lo más tóxico de su alma para crear desinformación, confusión, angustia.

Veremos la multiplicación de los que, por ignorancia, atacan al personal de salud acusándolo de portar el virus, en lugar de agradecerles que se juegan la vida por salvar la de otros, incluso sin los recursos suficientes. Miraremos con indignación a los que no usan cubrebocas, que no respetan la cuarentena y se enojan por las medidas de seguridad, sin importarles que éstas son vitales en este momento.

También a los que por hambre desafían a la sensatez y a los que con “memes” barnizan con risas los errores de los políticos.

Por fortuna, también seguiremos enterándonos por la web de los gestos más nobles de personas que contribuyen con donativos, entretenimiento o rezos para el prójimo sin esperar nada cambio. Y valdría la pena preguntarnos cuando nos veamos frente al espejo: ¿de qué lado he estado en estos días de pandemia? ¿En el de la solidaridad y empatía o en el insensible y nocivo? Hay que ser sinceros.