Aarón Enrique Pérez Durán
Cronista del municipio de Campeche
Nace en Sabancuy, Campeche, el 8 de octubre de 1939, Brígido Aureliano Redondo Domínguez, hijo de Mario Recesvinto Redondo Curiel y Petrona Inés Domínguez.
Su padre fue originario del pueblo de Tantoyuca, Veracruz, cuyo padre Aureliano Redondo se casó con doña Jesús Curiel, hermanita del compositor Gonzalo Curiel, quien compuso mucha de la música de las películas de la época de oro del cine mexicano.
Don Mario Redondo llegó a Sabancuy al terminar la Revolución Mexicana para hacerse cargo del primer sindicato de chicleros que se organizaba en aquel lugar.
Un hombre noble que gustaba mucho de la música del huapango, el bolero y todos los ritmos del sur.
Doña Petrona Inés Domínguez fue hija de don Santiago Domínguez Méndez, primer comisario municipal de Sabancuy y de doña Anastasia, matriarca de la familia y madrina de todos los niños de la comunidad, ya que no existió pequeño que naciera que no pasara por sus manos; una mujer que vivió 104 años, sabia, que no había estudiado en ninguna universidad, más que en la universidad de la vida, aquella que a diario le había enseñado las cosas que tenía que aprender.
Brígido Redondo vivió en el barrio de San Francisco, estudió la primaria en la escuela “Héctor Pérez Martínez”, la secundaria en 1962, en la Técnica No. 1, prevo; educación secundaria en el Instituto Campechano; leyes en la Universidad Autónoma del Sudeste, hoy Universidad Autónoma de Campeche y la especialidad en Literatura en la escuela Normal Superior de la Ciudad de México.
Desde muy niño, Brígido Redondo conoció la poesía antes de que aprendiera a leer y escribir, ya que su madre, doña Petrona, era una gran declamadora, quien hacía gala de su habilidad en las tertulias familiares.
De ella aprendió dos poemas que hasta hoy en día, a sus 82 años recuerda: “El poema de amor a las gaviotas” y “El beso mortal”.
La poesía no llegó a él en la letra, sino en el aire, escuchando a su madre, al aire, sin cuerpo, ya que la poesía no tiene cuerpo, se manifiesta en el aire, por eso es capaz de tocar el corazón del hombre; tiene unos dedos mágicos para penetrar en la cavidad armónica de los sentimientos, no del pensamiento.
Ganador de infinidad de premios y reconocimientos, Brígido Redondo escribe su propia historia en sus poemas; un hombre que evoca a Fernando Pessoa; que enuncia que invocar a dios es ofender, porque dios no quiere que lo invoquen los seres humanos, por eso se ha escondido ante los ojos del hombre, porque si lo sigue invocando, aún contra la terquedad, le negará la frondosidad del árbol más hermoso que hay guardado para él y le negará la frescura del agua que calmará la sed de su alma; por eso es mejor no volver a invocar el nombre de dios y obedecerlo siguiendo su destino, siguiendo el camino que él tiene trazado para el hombre, y puede que cuando pase la vida entera, vaya a un lugar maravilloso donde lo esté esperando su árbol y un río de agua fresca, que refresca su memoria.