Se dice…

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se dice, columnistas.

Que apenas el sábado el Partido Revolucionario Institucional (PRI) celebró una sesión del Consejo Político Estatal, en que sus integrantes definieron que será por consulta directa a la militancia el método para elegir al nuevo presidente y secretaria general del Comité Directivo Estatal. 370 consejeros dieron su aval para sea de esa manera la forma de renovación priista. Y el proceso ya removió las aguas políticas.

Que, el lunes 18, fue emitida la convocatoria que establece las bases para quienes aspiren al cargo. Además del requisito que establece que quien busque la presidencia estatal debió haber ocupado algún puesto partidista con anterioridad, se establecen las fechas del proceso: el 1 y 2 de diciembre se ha establecido para la inscripción de los aspirantes, el día 3 será el dictamen y validación de los documentos de los inscritos; del 8 al 19 es el periodo para proselitismo interno. La elección será el domingo 22 de diciembre; el computo y entrega de constancia al ganador será el día 23, un día antes de la Navidad.

Que aunque el día de la asamblea hubo varios que se apuntaron para participar en el proceso, la sorpresa mayor ocurrió ayer: Ricardo Miguel Medina Farfán anunció su renuncia a la Secretaría de Educación, y reveló que se inscribirá para contender por la dirigencia estatal priista, y aunque aún no define a quién será su compañera de fórmula, ya se postula como el favorito para llegar a la silla principal.

Que es muy probable que el cambio en el Comité Directivo Estatal no siga todos los procesos que se establecen en la convocatoria. Esto se lograría si hay una candidatura de unidad. Y, desde luego, eso sería lo más conveniente para un PRI que no puede ni debe exponerse más al desgaste natural que deja un proceso de elección interna. En el camino del próximo proceso electoral, en el año 2021, los priistas necesitan regresar a la disciplina de unidad y lealtad que tan buenos resultados les dio en el pasado.