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El corazón patrio vive herido, celoso y decepcionado de quien se tatuó su emblema y su gente en su origen, escudo y vida. De quienes esperaba más y comenzaron a perder el rumbo y por despecho eligió a otro más opaco con su misma esencia, pero sin comparar su inigualable grandeza.

Ese amor le dio todo a su historia, sin poder explicar casi un siglo sin él. El recelo nubla sus logros y acentúa sus errores, los enfrasca en la culpa del solo pasado sin exigir la responsabilidad del presente. Este punto es necesario en la historia pues la prueba fortalece el verdadero amor.

Generaciones enteras hacen innegable su grandor y no podría explicarse las oportunidades del ahora sin las acertadas decisiones del ayer, ni la grandeza democrática de México en su historia. Hoy gobierna un opaco “rojo” y con ello se demuestra la ausencia de la dictadura en la vieja historia; la competencia y la transición se asumió con civilidad y se enseñó a saber perder sin jamás abandonar la lucha.

Es irrefutable los reclamos a los abusos del pasado, sus prácticas y formas de las que no queremos ver más de quienes dañaron su grandeza y a México, pero también no podemos juzgar la historia solo con errores sin reconocer también los aciertos.

Las instituciones políticas viven una crisis en nuestra democracia que hace centrar y aclarar la expectativa en el ciudadano como el principal actor del cambio, reduciéndole importancia a su punto de origen en su participación política y reconociendo su compromiso social.

El despecho hizo a la Patria renovar su decisión, yo creo que es la oportunidad histórica de transformar la política y a los políticos y generar en la conciencia colectiva la visión de que necesitamos hombres y mujeres con responsabilidad social, porque solo de ese modo aseguraremos que el compromiso no tenga temporalidad en el interés personal y transformemos nuestra nación.

Si queremos un mañana distinto tenemos que aprender a decidir y elegir de forma diferente a quienes nos representarán. Defender nuestra democracia no solo es clamar la existencia de elecciones sino también fortalecer la participación sin ella, este es reto social más grande: impulsar la organización y participación para que a través de ellas se obtenga a los mejores hombres y mujeres. Comprendamos que nacimos en el punto clave de la historia para cambiarle el rostro a nuestros municipios, estados y país haciendo imperar con un modo diferente de ver y hacer política.

Ese amor de sus amores necesita transformarse para reconquistar, reconocer que gracias a la fortaleza democrática de México no es la única alternativa. Por lo que eliminar el privilegio, el influyentísimo y el divisionismo por el mérito, la participación social y el reconocimiento de los verdaderos liderazgos deberán ser su ruta de todo instituto político.

Desde el balcón patrio que son las esperanzas de México muchos esperamos ver surgir un ave fénix naciente de la nada y renovado, consciente de sus errores y claro de su arribo al futuro.