Disyuntiva terrorífica

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LAS LÍNEAS DEL DIRECTOR
LÁZARO BRICEÑO PÉREZ

Las crisis muestran la debilidad de las instituciones, y en esta ocasión no es la excepción. Ahora, además de la emergencia de salud, han salido a flote graves problemas económicos y sociales que por años se mantuvieron estables, algunas veces ocultos, porque no representaron ningún problema; por el contrario, varios de estos “males” son sustento de vida para millones de personas.

Hoy, que esos problemas son fuente de tensión social, y que se pone en riesgo el futuro, aparece la debilidad de autoridades que no dan respuesta ni rumbo hacia el futuro.

Uno de esos grandes problemas, no solo en México, sino en el mundo entero es el de los niveles de pobreza que, advierten expertos, se verá agravado debido a que la mayoría de quienes viven en esos márgenes son trabajadores de la economía informal, los que venden en la calle, los que trabajan por cuenta propia, los que limpian casas, que no tienen un ingreso fijo ni prestaciones laborales… en fin, un alto número que “vive al día” y que, literalmente, “si no trabajan, no comen”.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló hace unos días cifras que son de espanto: Hasta 1,600 millones de empleados informales en el mundo son afectados por las restricciones de no salir de casa para frenar el virus. Sin alternativas de ingreso, la OIT estima que se elevará el índice de pobreza entre los informales en un 21% en los países de renta media, en un 52% en los de renta alta y, atención, en un 56% en los de renta baja, este último es el caso de México.

El ciclo es más complejo de lo que parece. Si quienes trabajan en el sector informal se enferman, no tienen acceso a los servicios de salud ni tampoco a los apoyos económicos gubernamentales, pues no pagan impuestos ni tienen registro oficial ante Hacienda o el IMSS.

Si no pueden recibir atención, propagan el virus en zonas marginadas. Si se costean sus propios tratamientos, acabarán endeudados y sin capital para volver trabajar.

Según la OIT, que es un organismo dependiente de la ONU, más de 2,000 millones de personas en todo el mundo son trabajadores informales –el 62% del total de empleados en países desarrollados y hasta el 90% en naciones como México-, que se desempeñan en prácticamente todos los sectores de la economía: desde la venta callejera de comida o las manufacturas pasando por el comercio o por 500 millones de agricultores que provén de alimentos a las ciudades del mundo emergente. Las mujeres están más expuestas a esta situación, en parte por el trabajo doméstico, y son el eslabón más vulnerable.

Para los 67 millones de trabajadores domésticos que hay en el mundo —una amplia mayoría, mujeres, y las tres cuartas partes de ellos, en la informalidad— “el desempleo se ha convertido en un factor tan amenazante como el propio virus”, según la OIT.

Y si para para los individuos el panorama es complicado, lo es aún más para los pequeños negocios informales que son, por mucho, los más sacudidos por la pandemia. Sin un capital o ahorro que los sostenga, sin acceso a los créditos oficiales porque no aparecen en los padrones tributarios, pasarán de la invisibilidad hacendaria a la desaparición.

“El colapso económico y el cierre permanente de pymes desencadenará un incremento del desempleo y el subempleo sin precedentes y la economía informal se expandirá”, alertan los economistas de la OIT.

Lo cierto es que la espiral termina siempre en el lado más preocupante: el aumento de la pobreza, con las consecuencias catastróficas para miles de familias. L

a tímida respuesta del Gobierno de México ante el futuro económico ha llevado a muchos a enfrentarse a una disyuntiva terrorífica: morir de hambre o por el virus.

Ojalá que pronto se planteen soluciones para quedarse en el punto medio: sobrevivir a ambos.