Hipermediación y humanismo.

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DESDE LA CALLE
EDUARDO ARÉVALO

“Los datos ofrecen una radiografía del alma” escribe Franklin Foer en “Un mundo sin ideas. La amenaza de las grandes empresas tecnológicas a nuestra identidad”(Paidós, 2017).

La paradójica frase invita al análisis sobre el peligro para la elección racional y libre albedrío, ante industrias tecnológicas y plataformas online.

La agenda de los presentes días, ha puesto la mirada en la forma en que países como China por ejemplo, han combatido la propagación del Coronavirus actual, mediante el uso de seguimiento georreferenciado del rastro de personas que dieron resultado positivo y sus contactos previos, para su atención médica inmediata.

El exitoso caso de Nueva Zelanda con alertas masivas en los móviles, para notificar cambios relevantes o el inicio de fases y sus medidas para alertar a la población, o la aplicación “self-quarantine safety protection” en Corea del Sur, que permite realizar diagnósticos remotos de posibles casos, evitando el colapso de los sistemas hospitalarios.

En otras latitudes como nuestro país, el modelo de educación a distancia, cursos gratuitos, conferencias vía zoom, compras de alimentos y productos, entre otras actividades de índole laboral, lúdica y de servicios, también se han realizado gracias la tecnología y la posibilidad de estar conectados en la red.

El gran esfuerzo que han hecho restauranteros y comerciantes de diversos productos ha sido admirable para mantener a flote sus negocios, adaptándose a las ventas en línea mediante aplicaciones para garantizar abasto de alimentos a la vez que contribuyen a la economía local con diversas promociones.

Las ventajas de la aplicación de la tecnología y la hipermediación, son notorias y refuerzan su definición como “procesos de intercambio, producción y consumo simbólico que se desarrolla en un entorno caracterizado por una gran cantidad de sujetos medios y lenguajes interconectados tecnológicamente de manera reticular entre sí” (Scolari, 2008).

Sin embargo el debate puede dirigirse a un punto central, en el que la garantía de libertades, datos y manifestación misma de nuestra humanidad, puede verse comprometida a cambio del seguimiento y monitoreo, como en los ejemplos citados, que nos remiten directamente a planteamientos como la gubernamentalidad de Foucalt.

Lo anterior implica además el reto de la reducción de brechas de conectividad y desarrollo, así como las generacionales, para garantizar acceso universal a la red y por ende a la información, que en posibles escenarios futuros permitan actuar con inmediatez en casos similares al presente.

La reflexión no debe omitir, que nuestra condición imperfecta de humanidad es el bien más preciado que poseemos como especie y que encontrar el equilibrio entre tecnología y humanismo, es el único camino para construir un mundo más libre, racional y sostenible.

Para concluir comparto la experiencia del académico Michael Ingatieff tras su paso en política, respecto a la importancia del contacto directo: “Tan pronto como el lugar de la política no sea el salón de actos, la sala de estar, el restaurante o el bar local y resida únicamente en la pantalla de televisión y en una página web, tendremos problemas”.