Las nuevas reglas del mundo

63
Facebook
Twitter
Google+
Pinterest

LAS LÍNEAS DEL DIRECTOR
LÁZARO BRICEÑO PÉREZ

La pandemia del coronavirus a diario da lecciones al mundo. La fragilidad de los humanos ante materias microscópicas capaces de cambiar el orden de las cosas; la búsqueda de culpables, de explicaciones y causas de la desgracia; los estigmas que deja una enfermedad, y el vuelco de lo cotidiano a lo extraordinario, son algunas de las situaciones que han aflorado más allá de la enfermedad.

Quizá la lección mayor que está dejando esta crisis es que las personas tenemos una capacidad de cambiar, mayor a lo que pensamos.

Hoy, con la motivación de preservar la salud, sabemos que estamos dispuestos a cambiar lo que sea con tal de regresar a los que llamamos “normalidad”.

Así, en unos pocos días, el mundo ha seguido girando, pero los humanos hemos tenido que adaptarnos a las nuevas reglas del juego: recibir educación escolar desde casa; solicitar alimentos e insumos sin salir; establecer contacto virtual con las personas a las que veíamos a diario; encontrar alternativas para sobrellevar la pérdida voluntaria de libertad de estar en las calles, en sitios recreativos, o simplemente en la rutina laboral, que ahora es añorada por miles.

Hemos descubierto, por ejemplo, que el celular, la computadora y demás medios tecnológicos no son para aislarse cada usuario en su aparato, sino que en momentos como el actual, sirven para “acercar” a las personas.

Las tradiciones, vicios y costumbres han cambiado en cuestión de días, lo mismo que están transformándose los juicios y valores acuñados por años.

El encierro domiciliario, que hasta hace poco parecía cuestionable, exagerado, horrible y aburrido, hoy es prioritario, vital para detener el contagio.

Es verdad, el quedarse en casa está lastimando a miles de personas, no solo a los grandes capitales económicos, sino a negocios familiares, a quienes viven del comercio informal y a los sectores más pobres, conformados por gente que vive con lo ganado durante el día.

Esa epidemia económica parece igual o más complicada que la de salud. Sin embargo, es necesaria ahora.

Y es que buena parte del mundo se ha paralizado y se ha convertido en una aldea que solo cobra vida por lo que ocurre al interior de las casas.

Según información que compila día a día el Banco Interamericano de Desarrollo con el apoyo de Waze, una app de GPS muy popular, la movilidad de los automóviles ha disminuido como nunca antes. Sin embargo, hay un dato que llama la atención: México es uno de los países de Latinoamérica que menos ha bajado su movilidad.

La causa es simple: no hay una cuarentena obligatoria, sino que el gobierno federal se ha limitado a “invitaciones” pero no a imponerla.

Más allá de si la estrategia del Gobierno mexicano dará resultados para evitar el contagio, es la misma gente la que debe de valorar dónde, quién y por qué continúa transitando por las calles junto a la pandemia, separando casos justificados o inevitables de otros que no lo sean.

Hay que responder no solo por una cuestión reglamentaria, sino por el peligro real que representa el virus que en pocos días ha cambiado los hábitos y costumbres.

Ahora que no sabemos si estamos viviendo el Génesis o el Apocalipsis, lo que está en juego es la supervivencia de miles de personas.

El mundo que viviremos cuando la enfermedad sea controlada, depende de cómo hoy se enfrente la pandemia. No solo el futuro está en juego, sino el presente.

Y solo en unidad, en torno a una causa común, como lo es la salud, podremos proteger el único mundo que tenemos… y también la única vida terrenal.