“Coronavirus político”

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SIN AZÚCAR
Jorge Chi Segovia

El Coronavirus, con su nueva versión Covid-19, ha puesto en cuarentena a todos los países donde la enfermedad ocasiona estragos y muertes.

La resistencia que ejerce la humanidad, ante el peligro de ser arrasada por este mal, en caso de no poder controlar a tiempo su propagación, se encuentra -una vez- a prueba. El miedo no anda en burro y a nivel mundial se toman medidas estrictas para contrarrestar los efectos del virus y evitar hasta donde sea posible su propagación.

Cuarentena, la constante que en estos momentos emerge para evitar mayores daños a la población, en particular a los sectores vulnerables. Cuarenta, es la cifra clave que identifica estas medidas que en nuestro país comienzan a ser realidad y que traspasa cualquier antecedente, al menos en los últimos 100 años.

Desde el punto de vista médico, el término cuarentena significa aislamiento de las personas que padecen una enfermedad contagiosa, que se aplica precisamente para evitar la propagación del agente infeccioso, en este caso el virus. Es decir, que el enfermo no tenga contacto físico con otras personas, y de ahí el riesgoso, delicado y reconocido trabajo que despliegan médicos y personal de enfermería, que en cumplimiento del deber se enfrentan al enemigo.

Sin embargo, en México existe un virus más peligroso y destructor que el que provoca el Covid-19. No tiene límites para infectar a las personas: el “Coronavirus político”, cuyo antídoto no es otro que la prudencia y la responsabilidad.

La solidaridad con la desgracia; el cumplimiento ejemplar de obligaciones constitucionales y morales. Promotor a priori de lo que ordenan las autoridades de Salud para evitar entre los mexicanos el contagio.

A nivel nacional y local se tiene algunos casos de ese virus demoledor de conciencias, que difícilmente tenga vacuna efectiva para destruirlo, al menos a corto y mediano plazo. Y en tanto eso no suceda, seguirá infectando la mente de los más débiles. Sus portadores, deberían ser objeto de “cuarentena” y dejar todo para otro momento en que la gente sea menos vulnerable.

El caso más patético es el presidente Andrés Manuel López Obrador, que hasta el pasado fin de semana no consideraba necesario someterse a la “cuarentena política”, en contraposición a las indicaciones de los especialistas en epidemiología y otras artes médicas. Lo mismo hace el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que desafía abiertamente las reglas sanitarias recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), al pasear campechanamente por Brasilia.

A pesar que AMLO “vislumbra” la llegada de tiempos difíciles para México a raíz del Covid-19, ayer reiteró que no se someterá a la contingencia sanitaria. Seguirá sus giras por el país, bajo el argumento de que “los conservadores quieren que se aísle para que ellos tomen el control del país”.

¡Fíjese nada más el tamaño de este virus!.

El tabasqueño, sigue en la misma postura. No se quiere bajar del caballo y se enfrenta, se entrecruza, con los “cuatro jinetes del Apocalipsis” sin temor alguno, sin importar el significado de estos emblemas de la mitología universal: guerra, muerte, hambre y peste, que se relacionan con los siete pecados capitales.

El desconcierto de amplios sectores de la población mexicana; de seguidores y leales escuderos de su doctrina política; incluso, de la fauna de acompañamiento compuesta de convenencieros, lambiscones, traidores de otros partidos y corruptos, no es para menos, al divisar su oscura actitud en momentos de contingencia sanitaria.

Sin suspender, obviamente, sus homilías mañaneras; sus actos públicos por todo territorio nacional, López Obrador ha sido motivo de severas críticas dentro y fuera de México. En determinadas ocasiones se le ha visto hacer a un lado a las personas que intentan proporcionarle gel antibacterial, y a aquéllas que intentan tomarle la temperatura corporal.

¡Ah¡ Olvidaba que el señor es inmune, y que todas las medidas adoptadas por las máximas autoridades de Salud no aplican para él. Los casos de Covid-19 positivos en los gobernadores de Hidalgo y Tabasco, con los que ha encabezado actos masivos recientemente, es muestra fehaciente que la enfermedad no tiene dolientes ni parientes, lo que al “señor de Macuspana” parece no importarle.

Los mexicanos de bien, no deseamos que el Presidente Constitucional, Andrés Manuel López Obrador, le pase lo que a otros líderes mundiales que han contraído la enfermedad por creerse “inmunes”, y en el menor de los casos, al pasar por alto las medidas sanitarias instituidas para evitar la propagación del virus, que en México, a su guía, “le hace los mandados y se roba el vuelto”. ¿Hasta cuándo?

En Campeche, determinados personajes de la política también han soltado amarres. Y tiran sus redes en busca de incautos. ¡Están contagiados de ese virus disfrazado de buenas acciones!

Y echan su barco a navegar, cuando deberían -sin condicionamientos- ser coparticipes del trabajo coordinado por la máxima autoridad del estado para proteger a los campechanos de manera efectiva, al margen de siglas partidistas o caprichos políticos.

Ojalá, aquéllos, se pongan en “cuarentena política” por el bien de la gente que cree en ellos. Y también de la que no cree. Campeche, como todo México y el mundo, atraviesa un triste episodio de su existencia que pone a prueba no solo la responsabilidad de los gobernantes, sino del mismo modo los sentimientos y la visión política de los verdaderos líderes.