Conexiones cerebrales que predicen la amistad antes de conocerse
Antes de que intercambiemos la primera palabra, ciertos cerebros ya muestran sintonía al enfrentarse a las mismas narrativas. Un estudio revela que esta similitud en la actividad neuronal puede predecir quiénes desarrollarán una amistad y quiénes se acercarán con el tiempo.
Piensa en el primer día en una clase llena de extraños. Conversas con algunos, compartes risas con otros y, de alguna manera, ciertas relaciones se solidifican mientras que otras se disipan. Investigaciones recientes indican que, incluso antes de cualquier interacción, ya existían señales ocultas que apuntaban a una compatibilidad: patrones de actividad cerebral que se alineaban al escuchar historias, presenciar humor o seguir debates en una pantalla.
La tendencia a asociarnos con personas similares a nosotros —conocida como homofilia— ha sido documentada en aspectos como la edad, los intereses o la cultura. Sin embargo, se desconocía si también podríamos hablar de una «homofilia neuronal» que precede a la formación de un vínculo. Según la hipótesis principal de un estudio publicado en Nature Human Behaviour, si dos personas procesan el mundo de manera parecida, es probable que forjen una amistad.
Para explorar esta teoría, los investigadores comenzaron midiendo la actividad cerebral de un subgrupo de estudiantes universitarios antes de que tuvieran la oportunidad de conocerse.
Este momento inicial es crucial, ya que permite diferenciar la similitud existente de la convergencia que puede ocurrir más adelante debido a la convivencia, la influencia social o las experiencias compartidas.
Posteriormente, el equipo reconstruyó la red social del grupo a los dos y ocho meses, utilizando encuestas para identificar amistades recíprocas. Esto les permitió investigar si la similitud neural inicial podría predecir las futuras amistades o acercamientos entre los estudiantes.
Participantes y métodos de medición de sintonía
En el estudio participaron 41 estudiantes de un programa de máster, seleccionados de un total de 288. Se les realizó una resonancia magnética funcional (fMRI) pocos días después de su llegada al campus, momento en el cual aún no habían formado amistades. Esta ventana temprana, aproximadamente tres días después de su llegada, minimiza las interacciones previas y refuerza la interpretación causal de la compatibilidad preexistente.
Durante la resonancia, los estudiantes observaron 14 clips de video variados (documentales, comedias, debates sobre temas como ciencia, deportes y medio ambiente), elegidos por su capacidad de generar diferentes reacciones en términos de atención, emoción e interpretación. Los videos no eran aleatorios, sino seleccionados para evocar situaciones de la «vida real» y mantener la mente enfocada en el estímulo.
El análisis dividió el cerebro en 200 regiones corticales y 14 subcorticales, extrayendo series temporales por región y comparando la similitud entre pares de estudiantes.
Los mejores predictores de amistad: patrones comunes en regiones clave
Ocho meses después, aquellos que se convirtieron en amigos mostraron una mayor similitud neural inicial que aquellos que no formaron vínculos cercanos, destacándose la corteza orbitofrontal izquierda (OFC). La OFC está involucrada en la evaluación de nuestras preferencias y significados, lo que se alinea con las afinidades en cómo percibimos el mundo.
Cuando compararon amigos con amigos de amigos (segundo grado de separación), la diferencia no fue globalmente significativa, pero sí fue evidente en comparación con aquellos a tres grados de separación, mostrando una señal más clara cuando se comparan amistades con conexiones realmente distantes.
Además, el estudio examinó los cambios en la distancia social entre los estudiantes a los dos y ocho meses, identificando quiénes se acercaron más y quiénes se distanciaron o mantuvieron igual.
Aquellos que se acercaron mostraron desde el inicio una similitud neural mucho más amplia que aquellos que se alejaron, abarcando la amígdala, el tálamo y aproximadamente 40 áreas corticales.
De desconocidos a cercanos: convergencia en mapas cerebrales
La similitud inicial más pronunciada entre los que se acercaron se observó en áreas del modo por defecto (DMN) —como la región angular y la medial prefrontal— que están vinculadas con la capacidad de mentalizar y dar sentido a narrativas complejas.
El hecho de que dos personas «lean» el mundo bajo claves similares facilita la creación de una realidad compartida, un ambiente propicio para el desarrollo de la amistad.
También se observaron coincidencias en la red frontoparietal de control, que incluye la corteza prefrontal lateral y la cingulada, áreas que regulan la atención y el pensamiento interno en tareas con contenido personal. No solo son importantes las emociones: también lo es cómo gestionamos la atención y construimos recuerdos y creencias al interpretar lo que vemos.
Incluso la red dorsal atencional mostró sintonía en quienes aumentaron su cercanía, lo que sugiere patrones similares en la atención prestada ante el mismo estímulo. Mirar de manera similar, sentir de manera similar e interpretar de manera similar parecen ser tres capas de una misma compatibilidad.
¿Preferencias, demografía o algo más profundo? Controles y matices
El equipo investigó si la similitud se debía simplemente a que ambos disfrutaban de los mismos videos o los encontraban igualmente interesantes. Controlar estas valoraciones apenas alteró los resultados en la mayoría de las regiones. La sintonía neural captura algo que los autoinformes de preferencias no logran reflejar.
La demografía sí modificó un resultado: el efecto en la corteza orbitofrontal al comparar amigos frente a aquellos a tres grados de separación dejó de ser significativo después de ajustar por variables como edad, género, nacionalidad, entre otras, con el género siendo el factor que más redujo este efecto. Esto indica que parte de la sintonía en la OFC podría reflejar afinidades demográficas que se traducen en gustos compartidos.
Sin embargo, en el análisis de quién se acerca versus quién se aleja, los factores demográficos no explicaron la amplia red de similitudes preexistentes. Esto sugiere que la sintonía que anticipa un acercamiento trasciende características como la edad o la nacionalidad, apuntando a compatibilidades cognitivas y emocionales más específicas.
Significado y alcance de estas conclusiones
Este estudio respalda la noción de «homofilia neural»: hay personas con las que ya compartimos marcos de atención, interpretación y emoción antes de interactuar, y esto facilita que la relación se desarrolle y prospere. Si bien algunas amistades tempranas pueden surgir por casualidad, aquellas que perduran parecen basarse en compatibilidades profundas que pueden detectarse en el cerebro.
Se trata de un estudio observacional, por lo que es necesario ser cautelosos al generalizar los resultados. Además, la pandemia impidió la realización de un tercer fMRI longitudinal que habría fortalecido las inferencias sobre la influencia social. No obstante, el diseño «antes de conocerse» constituye un punto fuerte poco común en este campo de investigación.
Las aplicaciones futuras de estos hallazgos podrían ir desde entender cómo se forman redes saludables en escuelas y empresas hasta mejorar modelos que integren estados cerebrales y dinámica social. La lección práctica más importante es tanto humilde como poderosa: elegimos amigos con el corazón… pero el cerebro ya había señalado esa dirección meses antes.
No seleccionamos al azar a quienes llamamos amigos. Entre millones de señales sociales, nuestro cerebro parece reconocer a quienes resuenan con nosotros mucho antes de cualquier encuentro significativo. Si la amistad es un camino, estos hallazgos sugieren que comenzamos ya alineados en cómo observamos, pensamos y sentimos el mundo.
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Esteban Cruz siente pasión por los descubrimientos científicos. Encontrará explicaciones sencillas y análisis sobre innovaciones que transforman nuestra vida, desde la astronomía hasta la medicina.