Se dice…

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se dice, columnistas.

Que el Instituto de Capacitación para el Estado de Campeche (Icatcam) está claro que requería de una sacudida, de una buena barrida de arriba hacia abajo para acabar con muchos privilegios que tenían quienes habían encontrado ahí una mina de oro para trabajar poco, cobrar bien, y mantenerse pegados a una nómina cargada de personas que se fueron enquistando por recomendaciones, amiguismos y compadrazgos.

Que, según ha trascendido, en el Icatcam las irregularidades fueron creciendo de forma  descontrolada. Por ejemplo, se señalan casos de instructores que se daban a la tarea de reunir a 15 familiares y amigos para simular que tenían el cupo suficiente para impartir determinado curso, luego pagaban las cuotas. Presentaban su proyecto para dar 30 horas mensuales de capacitación, que en realidad no eran impartidas, y al final, terminaban por cobrar entre 15 mil y 18 mil pesos mensuales. Un verdadero negociazo para algunos.

Que también se sabe que hay algunos cursos que son ya obsoletos, que ya no son requeridos por los ciudadanos y, por lo tanto, no cumplen ni con el mínimo de personas para iniciarlos, pero aún así, se le pagaban a los instructores. Por cierto, muchos de estos “capacitadores” tienen hasta tres trabajos, además de dar cursos en el Icatcam, por lo que resulta un misterio cómo estiraban el día para estar en todos sus empleos. En fin, esos son solo algunos ejemplos de la situación que “sangraba” los recursos de la institución.

Que con el cambio de administración, y la llegada de José Berzunza a la dirección del Icatcam comenzaron los cambios y ajustes, primeramente en los programas para actualizarlos a las necesidades de hoy día; segundo se establecieron reglas de operación, que en breve se harán oficiales en el Diario Oficial del Estado, y tercero, se le recortaron horas a los instructores que cobraban sin cumplir. ¿Queda claro por qué hay manifestaciones y plantones de un grupo de 90 instructores? Sí, se acabaron los privilegios. Mientras que otros 230 ya aceptaron apegarse a las nuevas normas.